La crisis económica resultante de la pandemia no debe frenar los planes de expansión de la industria aseguradora en América Latina, aspiración que exigirá adecuaciones regulatorias pero también un enfoque disruptivo por parte de las instituciones, visto que el consumidor anhela que la digitalización del sector produzca beneficios palpables, como una mayor transparencia en los contratos, una experiencia de consumo sobresaliente y la cristalización de valores agregados que vayan más allá de la mera venta en línea

El trago amargo que significó la pandemia de COVID-19 generó un abrupto movimiento en los cimientos que soportan el tradicional modelo de negocios con el que opera la industria aseguradora desde hace medio siglo en esta zona del orbe.  

A raíz de la desenfrenada y voraz expansión del virus SARS-CoV-2, las instituciones de seguros con operación en América Latina reaccionaron como pudieron a retos que habían pospuesto una y otra vez durante los últimos años, como la deslocalización de su operación y la digitalización de procesos clave, como la suscripción y la reclamación, de manera que entraron en un mundo centrado en lo virtual. 

Los reguladores, que con disciplina velan por el cumplimiento del estricto marco normativo que rige la operación de las instituciones de seguros, también han experimentado sus propios retos. La reinvención y la flexibilidad, respetando por supuesto los pilares cuantitativos y cualitativos de la legislación, que giran alrededor de la solvencia, han sido dos conceptos abordados por las diferentes autoridades, dice convencido Tomás Soley Pérez, presidente de la Asociación de Supervisores de Seguros de América Latina (Assal).

El también superintendente de la Superintendencia General de Seguros (Sugese) confirma sin dudar que la industria aseguradora se encuentra en un momento en el que debe forzosamente redefinir la tradicional administración de riesgos, rumbo que, añade, posiblemente requerirá un cambio de rol de las instituciones en el que inevitablemente tendrán que llevar su creatividad al máximo y trabajar muy de cerca con los reguladores en medio de una cruzada que debe apuntar sin excusas a dinamizar de forma sostenible y sostenida el crecimiento del seguro en América Latina.

Tras la COVID-19, episodio epidemiológico que aún no culmina, el sector asegurador con operación en América Latina se enfrentará a un reto extraordinario: idear los mecanismos que permitan aumentar su participación de mercado, lo que lo orillará a reevaluar su verdadera función y determinar si debe cambiar de rol, de tal suerte que se convierta en un segmento más incluyente y logre crecer con mayor fuerza y rapidez.   

El Asegurador Latam (EAL): Desde su punto de vista como regulador, ¿qué repercusiones tendrá la COVID-19 y sus innumerables efectos colaterales en la administración de riesgos?

Tomás Soley Pérez (TSP): Las tendencias en materia de supervisión de seguros han registrado una considerable evolución durante la última década. En los diversos mercados de la región, los organismos reguladores han realizado adecuaciones que han tenido como eje medular la apropiada gestión de los riesgos y el fortalecimiento de la gobernanza dentro de las instituciones de seguros.

No hay capital que soporte una mala gestión. Lamentablemente, hay historias icónicas de instituciones financieras que tras trayectorias muy longevas se han derrumbado en tan sólo días a causa de una deficiente gestión de riesgos.

Por lo anterior, los reguladores del sector asegurador en América Latina han centrado esfuerzos en lo que respecta a la incorporación de mejores prácticas que giren alrededor de la implementación de un sólido Gobierno Corporativo, figura que ha permitido a las instituciones operar bajo estrictos protocolos de transparencia y disciplina de mercado.

Pese a lo descrito, hay que reconocer que la COVID-19 tomó desprevenidas a algunas jurisdicciones que rigen la operación del sector asegurador latinoamericano. La pandemia  produjo asimismo efectos negativos muy profundos en el aparato productivo de los países de esta zona del planeta, de modo que se registró una pulverización muy marcada del empleo, se redujeron las perspectivas de crecimiento económico y, peor aún, aumentaron estrepitosamente los niveles de pobreza.

El entorno actual es muy complicado para la sociedad latinoamericana, y el sector asegurador no escapa de esta ecuación. Sin embargo, aquellos reguladores que durante los últimos años se esforzaron por instrumentar prácticas congruentes de gobernanza tuvieron la capacidad de reaccionar con rapidez y guiar a las instituciones de seguros para que éstas operaran sin mayores afectaciones en medio de un clima plagado de incertidumbre.

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